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El COVID-19 llega a infectar las neuronas responsables del olfato y ocasiona una inflamación sútil de las mismas, causando su mal funcionamiento incluso durante el periodo de recuperación.

En nuestro cerebro existe una sustancia llamada “Factor neurotrófico derivado del cerebro” (o BDNF por sus siglas en inglés). Su función es proteger y mantener sanas a las células nerviosas del cerebro. Se ha demostrado que la infección por COVID-19 causa una disminución del BDNF en las zonas del cerebro encargado de la cognición y por ende en ciertas personas persiste esta sensación de problemas de memoria, concentración y sueño.

Nuestras células cuentan con una molécula conocida como “Enzima convertidora de Angiotensina 2” (ECA2), además de controlar la presión sanguínea, cuenta con efectos antiinflamatorios y previene trombos. El COVID-19 ocasiona que disminuyan sus niveles, esto facilita daño a diferentes órganos, como los pulmones que terminan por inflamarse y sufriendo procesos de cicatrización que dificultan la respiración.

Nuestras células cuentan con una molécula conocida como “Enzima convertidora de Angiotensina 2” (ECA2), además de controlar la presión sanguínea, cuenta con efectos antiinflamatorios y previene trombos. El COVID-19 ocasiona que disminuyan sus niveles, esto facilita daño a diferentes órganos, como los pulmones que terminan por inflamarse y sufriendo procesos de cicatrización que dificultan la respiración.

Similar a los problemas de memoria y concentración anteriormente mencionados, existe un daño específicamente a la zona de las emociones en el cerebro. Además, el COVID-19 causa un desbalance en los niveles de glucocorticoides (esteroides producidos por nuestro cuerpo) que influyen directamente en nuestras emociones.

En nuestras células existe un órgano llamado la mitocondria, esta es la encargada de producir energía para cada una de nuestras células. En el COVID persistente, las mitocondrias disminuyen su metabolismo y por ende producción de energía. Esto lleva a un funcionamiento reducido de diferentes órganos, entre ellos el cerebro y los músculos, ocasionando los síntomas de fatiga y cansancio.

La disminución de los niveles de la molécula ECA2 afecta directamente al control del ritmo cardíaco y la presión sanguínea. Además, el virus del COVID-19 llega a infectar las glándulas adrenales directamente, órgano que produce los esteroides y otras hormonas de nuestro cuerpo. Esto en conjunto ocasiona que a cambios de postura o actividad física exista una reacción inadecuada del sistema nervioso para controlar o adaptar la frecuencia cardíaca, ocasionando los síntomas de palpitaciones.

 

Debido a que las mitocondrias disminuyen su metabolismo en el COVID persistente, las células de todo nuestro cuerpo cuentan con menor energía. Así los músculos cuentan con una menor cantidad de energía ocasionando mayor dificultad para realizar las actividades del día a día.

Debido a que en el COVID persistente existe una activación crónica del sistema inmune, este continúa produciendo sustancias necesarias para mantener un sistema de inflamación activo. Estas sustancias al igual son las que regulan la temperatura corporal y ocasionan los picos de fiebre en estas personas.

 

Dolor de pecho, dificultad para hablar, disminución de condición física, dolores de cabeza, palpitaciones, dolores de articulaciones, adormecimiento de extremidades, dolor abdominal, diarrea, dolores corporales aleatorios, erupciones en la piel, caída del cabello e irregularidades en la menstruación.